12 noviembre, 2013

Volaste muy pronto, Gustavo



Uno nunca sabe lo que tiene hasta que lo pierde. Siempre tenemos esto en la mente cuando dejamos escapar a alguien, o una oportunidad grande en la vida para alcanzar una meta, la felicidad que uno inconstante busca. Pero en el caso de Gustavo Pérez, de lejos, se sabe que es mucho lo que se perdió en su partida.

Él nunca buscó la felicidad. De hecho, siempre la llevaba con su manera de saludar. Pocas veces de un apretón de mano, siempre con un abrazo. “¿qué pasó hermano? ¿Cómo te portáis? ¿Y la cría?”. Pendiente del resto, de lo que sabe que a uno le interesaba, preocupa. Eso ya, de cajón, te mostraba su olfato periodístico, ese que fue reconocido nacionalmente en tres oportunidades.

A título personal te agradeceré en oración el respeto que, como pocos, me brindaste dentro de mi inexperiencia y frustraciones. Vos conociste, callado, mis deseos y metas. Vos me diste ese aire de confianza que la gente buena sabe transmitir.

“Los demás te van a ver como vos queréis que te vean, manito”, me dijiste cada vez que me viste cabeza agacha. “No le paréis a nada, “Gerard”. Echále bolas que tenéis dos chamitos que alimentar”, me recordaste la última vez que te vi en el estadio Luis Aparicio. Vos tenías cómo entenderme. Teníamos las mismas ganas de hacer lo que amamos, solo que con diferente ambiciones. Muchacho al fin.

Nunca te quedaste hasta el final del juego. Poquito después de las 9:00, sigiloso como ave de caza, “pájaro”, como te conocimos, alzabas el vuelo a tu nido, tu hogar, para acompañar a tu esposa e hijo. Gran ejemplo para los que tenemos familia que mantener y atender. “Si no lo hacéis vos ¿quién lo va a hacer?”, me comentaste.

No te ibas por desinterés. Eras crítico, serio, objetivo y entregado a tus cosas. Pero siempre estuviste un paso adelante. No tenías que ver completo el juego para saber qué pudo haber pasado la noche anterior. No por eso hiciste comentarios fuera de lugar ni despectivos. Mucho menos fuera de lugar. Bastaba con leerte en 140 caracteres en el twitter. No te hizo falta echarle tecla a dos cuartillas.

Por cuestiones del destino no pude compartir con vos mucho más de lo que deseé, de lo que me permití. Una lástima no haber podido aprovechar un poco más la presencia que nos brindaste. Eras callaíto. No por querer esconder algo, simplemente eras un “viejito” nuevo. Una autoridad.

Siempre reconocerán a este impreso (Mi Diario) como vitrina para el deporte menor. Pero seguro estoy que si no hubiese sido por vos ninguno de nosotros habría podido crecer, tomando en cuenta al futuro de este país, los chamos. Nunca te importó lo que recibirías. Tú altruismo fue suficiente para ellos al robarle una sonrisa, una expresión de cariño.

Los micrófonos de la radio deportiva zuliana quedarán vacíos. No porque no haya quien lo ocupe, sino por lo difícil que será llenar, con ese mismo cariño y desinterés día a día en Al Calor del Deporte, en Fe y Alegría, lo que tú expresabas.

Partiste pronto, Gustavo. Sin avisar, sin echarnos un chiste más. Sin poder agradecerte lo que nos enseñaste en el periodismo, en el deporte, en la vida. No tenías que ser famoso ni bien parecido. Solo tuviste que ser gente, un don perdido en esta vida.

Perdónanos por haber sido tan malos en el terreno y no darte un título en la Liga de Softbol que creaste para unificar al medio periodístico de la región. Hasta eso chico te debemos.

Cuídate mijo, que la Virgen arrope con su manto a tu familia y Dios te reciba con el mismo cariño con el que todos te recordaremos. Gracias por todo.

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